Segundo domingo de Pentecostés
Evangelio de Lucas, 7.11-17. Caminando de aldea en aldea, Jesús se encuentra con una mujer viuda, que además lleva a enterrar a su único hijo. Jesús le devuelve al hijo vivo, y la gente alaba a Dios, “que ha venido a ayudar a su pueblo”.
1er Libro de los Reyes, 17. 17-24. Vemos a otra viuda cuyo hijo se está muriendo. El profeta ora, más bien clama a Dios por él, insistentemente, hasta que lo puede entregar a la madre, vivo. Y ella lo reconoce como profeta de Dios.
Carta a los Gálatas, 1. 11-24. El apóstol Pablo relata su paso del sectarismo religioso, persiguiendo a la iglesia de Dios, hasta ser llamado a la fe y al ministerio, y cuenta también cómo los hermanos alababan a Dios por su causa.
Salmo 30. Ya leído recientemente el 18/4, se pueden resaltar de esta salmo los contrastes entre el morir y el vivir, el llanto y la alegría, el miedo y la seguridad, el luto y las danzas, todo gracias al Dios de la buena voluntad y la fidelidad.