Tercer domingo de Pentecostés
Evangelio de Lucas, 7.36 a 8.3. Jesús visita a los encumbrados y a los humillados, a unos para enseñarles humildad, a otros para levantarlos a la dignidad. Y el amor y la fe convocan a muchos y a muchas, porque producen perdón y vida nueva.
2º Libro de Samuel, 11.26 a 12.10. En una escena terrible en su severa y emotiva sencillez, el profeta Natán enjuicia a David, el rey, por haber despreciado la Palabra de Dios y haber actuado sin mostrar ninguna compasión.
Carta a los Gálatas, 2.15-21. Pablo culmina su alegato teológico sobre la justificación por la fe –no por las obras de la ley-, concluyendo que su vida es ahora la vida de Cristo, y que todo lo vive en esa fe, en ese amor y en esa entrega.
Salmo 32. Visto también hace poco, el 14/3, este salmo expresa profundamente el peso del pecado no reconocido ni confesado, y la liberación que produce la confesión, al abrir el camino hacia el perdón y la renovación del amor de Dios.